Science & Culture
Rubén Dario
RUBÉN DARÍO Y SAN FRANCISCO DE ASIS: “LOS MOTIVOS DEL LOBO”
de Alberto Acereda, Arizona State University
"Los motivos del lobo" es uno de los poemas más popularmente recordados de Rubén Darío (Nicaragua 1867-1916). Así lo prueba no sólo su inclusión en antologías y selecciones darianas, sino también en libros de texto para la docencia usados todavía hoy en varios países hispanos. La emblemática figura de San Francisco de Asís se enlaza con el genio poético de Darío al hilo de una puntual historia legendaria entre un lobo y el santo que nos habla del bien y del mal. En la extensa creación literaria de Darío, "Los motivos del lobo” se incluyó en el libro Canto a la Argentina y otros poemas (1914), es decir en uno de los poemarios pertenecientes a la etapa final de la vida de Darío. El propio autor dató el poema en París en diciembre de 1913, año en que apareció inicialmente publicado en la revista parisina Mundial Magazine. Sus versos conservan todavía hoy una notable modernidad y una vigencia resultante de la reflexión sobre el comportamiento del individuo en su sociedad. Desde los inicios de la leyenda cristiana del santo y el lobo, varios han sido los artistas y autores que han recreado ese episodio. Bastaría recordar los paneles de San Francesco e il lupo di Gubbio a mediados del siglo XV, del artista gótico italiano “Sassetta” o ya en la segunda mitad del siglo XIX con piezas como Le loup d'Agubbio (1877), de Luc-Olivier Merson, por citar dos ejemplos.
Darío menciona a Francisco de Asís en varios lugares de su obra y lo mismo hace en cuanto al texto concreto de Las florecillas de San Francisco, fuente en la que bebió Darío. Piénsese en poemas darianos como el dedicado a elogiar a otro franciscano, el Obispo de Córdoba, Fray Mamerto Esquiú. Sabemos que Darío leyo con interés Las florecillas de San Francisco, cuyas breves anécdotas son hoy una obra clásica del espíritu de dicha Orden. De la tradición oral deriva la version latina del Actus Beati Francisci et Sociorum eius, del siglo XIV, parece que a cargo del fraile Ugolino de Montegiorgio. De ahí, y reducido, salió el texto en español de las Florecillas, de autor desconocido y del que Darío tomó la anécdota que recreaba la leyenda e incluida en el capítulo XXI.
El original apaciguamiento de un lobo en Gubbia por parte de San Francisco lo recrea Darío con la serenidad rítmica de unos versos que se inician en dodecasílabos: "El varón que tiene corazón de lis, / alma de querube, lengua celestial, / el mínimo y dulce Francisco de Asís, / está con un rudo y torvo animal". Darío poetiza cómo San Francisco hace frente al terrible lobo y le pide paz en lugar de violencia. Al escuchar sus palabras, el feroz lobo se torna humilde y expone sus motivos (de ahí el título) para su violenta actitud: las dificultades del invierno, la constante hambre padecida y en especial el hecho de que los humanos también se asesinan entre ellos y lo mismo hacen con otros animales a los que el lobo ve como hermanos. San Francisco lo convence para dejar de matar y, operado el pacto, la tranquilidad parece volver a la zona. Con la partida del santo, el lobo vuelve a asesinar al ver el violento espectáculo de la sociedad humana: la ira, la envidia, la lujuria, la infamia, la mentira y la guerra entre hermanos. En palabras del lobo dariano:
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaba la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Desconsolado por la realidad y la verdad que el lobo refería al santo a su regreso, lo único que quedaba era llorar desconsolado y rezar. Es en ese desconsuelo y en esa tragedia, alegórica expresión de la tragedia interior del propio Darío en su sociedad, donde cabe encontrar el sentido final de un poema que trasciende tiempo y espacio. El lobo de Darío, a fin de cuentas, se hermana con el buen santo y permite al poeta nicaragüense lanzar un mensaje moral que conecta con una desazonada angustia paralela al tono de muchos de sus otros grandes poemas.